Pandemica y Celeste


La vista desde el balcón de San es bastante clara, es una de las pequeñas cosas que Ray aprecia, ya tarde cuando después de haber tenido sexo, voltea su rostro y desde la cama lo recibe el cielo estrellado; en los márgenes de la ciudad no hay tanta contaminación visual y es todo un pequeño espectáculo personal.
 

Esa noche hay dos lineas de nubes que cubren la luna llena. Cuando se sentaron en el balcón, Ray sobre un beanbag rojo y San en el suelo, frente a Ray, éste no había notado la luna tan brillante ni las nubes imponiéndose. Sus ojos no dejaban de seguir a San, de aquí a allá, yendo por un par de vasos, por hielo, por el whiskey, su delgada figura en la luz cálida de la habitación.
 

A Ray casi se le escapa un suspiro, pero lo retiene.


––Encontré la botella, pero está en las últimas.
 

San se sienta en el suelo, Ray le sonríe, indulgente;

––Está bien, no tengo muchas ganas 


San levanta ambas cejas, sorprendido. Ray imita el gesto.
Últimamente Ray había estado imitando algunos gestos de San, primero en un intento de molestarlo, desafiarlo; luego, en otras ocaciones, era simplemente natural; una ceja arqueada, unos brazos cruzados, la media sonrisa después de una risa silenciosa. A veces se preguntaba si desde lejos, a través de otros ojos, él y San parecerían un reflejo del otro.
 

–– Sabes que tengo el vino de ciruela, es casero.

Ray mantiene la sonrisa, se sorprende él mismo ante su propia dulzura pero no tiene ganas de hacer otra cosa y San no parece molestarse.  A Ray le gustaría que le molestara o al menos hiciera que San tuviera cualquier tipo de reacción, pero no es así y se pregunta por qué.
Tal vez su sonrisa ya no era desafiante, tal vez comunicaba otra cosa que se le escapaba.

 

–– Está bien así. Yo me tomo la botella, tú puedes tomar tu vino

 

Ray nunca quiere probar el vino de San. Al principio, le generaba desconfianza, jamás había hecho o probado un vino casero. Después negarlo se convirtió más en una cuestión de orgullo y San ya no preguntaba. Simplemente tomaban cualquier botella que Ray hubiera comprado.

 

––Okay–– Dice San ligeramente, más acostumbrado al rechazo que no es ni siquiera un rechazo.
Ray se siente un poquito mal pero jamás lo admitiría, al menos no sobrio.

Las nubes cubren la luna por completo y Ray está algo ebrio, siente su temple caliente y todo a su alrededor comienza a sentirse lejano. San parece estar un poco des inhibido también; es en ese momento cuándo se comienzan a buscar sus cuerpos.
 

––Ven.
Dice Ray en un susurro, San está sentado frente a él, sus ojos pesados caen en la boca de Ray. “Ven” vuelve a repetir, como un eco, casi así vacío. Y San se mueve, lentamente, su cuerpo aún en el suelo pero su torso completamente inclinado hacia Ray, buscando sus labios.
Ray sonríe antes de besarlo. 


Los labios de San saben a vino y sus manos están tibias una vez que sostienen el rostro de Ray con algo más parecido a una caricia (Ray percibe el roce suave de su pulgar, en la mejilla).
San lo sigue besando, como siempre, profundo pero con un ritmo apaciguado; como si nada a su alrededor se moviera, como si estuvieran atrapados en un bucle infinito de labios contra labios.


En muchas de esas noches se detendrían y moverían a la habitación, para continuar en la cama ya despojados de sus ropas, completamente libres y des inhibidos; la cama de San es más pequeña de lo que Ray está acostumbrado pero ha empezado a ignorarlo, como muchas otras cosas.
Esta noche, en cambio, a San no le importa moverse y a Ray tampoco. San simplemente se baja un poco el pantalón mientras Ray se desnuda por completo de cintura para abajo, manteniendo su tank top y camisa.
San lo mira fijamente, es ternura lo que hay en sus ojos… Y Ray no sabe que hacer ante esta mirada que lo desarma. Lo deja en silencio.

–– No me veas así.
Ray habla por fin, luego de un momento donde nadie se mueve. Teme sonar muy vulnerable pero las palabras ya se le escaparon. Le pasa cada vez que bebe demasiado.
 

–– ¿Cómo?–- Pregunta San, ahora acomodándose entre las piernas de Ray, más preocupado en su posición que en las palabras de Ray.  Sus manos son increíblemente delicadas esta vez. Ray tiembla un poco ante el contacto.
 

––Así, como si me quisieras.
Dice bajito, como para él mismo.
Hay muchas cosas que vienen a su mente ahora, luego de meses de conocer a San. Con más frecuencia se pregunta si San quiere continuar esto, lo que sea que tengan. Se cuestiona si él mismo quiere continuar con esta relación. Al principio era fácil ignorar cualquier señal, cualquier sentimiento, pero las semanas pasaban y los ojos de San que estaban vacíos al principio, ahora, se llenaban de una ternura que era difícil de ignorar. 


Ray no sabe si San lo empezaba a querer. 


O se trataba todo de un acto, de una costumbre y del amor al arte de tener sexo con alguien que ya conoces. Del cuento de un romance que jamás será.


Pero San siempre había sido la persona más honesta que Ray había conocido.
 

––Pero sí te quiero Ray.
 

 La voz de San también era suave. Lejos de sonar como una broma, sonaba como una confesión. San lo mira en silencio, como esperando que Ray le diga lo que quiere escuchar.
Pero Ray no dice nada porque no tiene nada que decir. Su mente está en blanco y teme que su erección se baje. Así que es rápido y rodea con sus brazos el cuello de San y lo besa, en un intento de callarlo de una vez por todas.
 Como si él no hubiese preguntado…Como si no fuera esa la respuesta que buscaba.
San lo penetra entonces, como sabe que le gusta; lento en un principio, pero después Ray se mueve con él y el ritmo se vuelve más acelerado, menos delicado, menos exacto.
 

––Ray…por favor
La voz entre cortada de San se filtra por su oido, siente el calor de su voz en la oreja. Lo que sea que San le pida, no se lo puede dar.  Así que Ray cierra los ojos y se concentra en las manos que lo sostienen fuerte, en el peso de San sobre él, en el mechón de cabello que le roza la frente. Los detalles para la memoria, los detalles a los que puede regresar después, cuando no ha visto a San en días.
Cuando San termina dentro de él, Ray se siente algo vacío.
De alguna forma la transacción está hecha.

La luna todavía brilla, ya no hay nubes que la cubran. Y San está encima de él, no se ha movido en un rato. Usualmente le da su espacio, esta vez, parece aferrarse a Ray, tal vez sin siquiera pensarlo.
 

––Estás pesado.
Dice, pero no hace el mínimo esfuerzo por moverse.
San se acomoda un poco, pero no lo suelta. Ray se pregunta una vez más a dónde va todo esto.
 

–– Shhh cinco minutos y me voy.
 

Ray suelta una risa suave.
 

––Pero tú vives aquí.
 

San levanta la cabeza de donde descansaba, entre el hombro  y cuello de Ray. También se ríe un poquito.
 

––¿Entonces me puedo quedar así toda la noche?
 

Ray siente su entrepierna reaccionar ante el prospecto de tener a San así, dentro de él, con su cuerpo sosteniéndolo, ahí en el balcón toda la noche, tal vez despertarse a ratos y que San se vuelva a mover dentro de él, pero sin ánimos de salir; nunca.


Ray suelta un suspiro, entre falsa molestia y aburrimiento.
 Pero San no le presta atención, está entretenido peinando los cabellos de Ray con una sola mano. Sus ojos le están rogando que lo deje. Y Ray ha pasado todos los limites de San, lo ha hecho perder el tiempo, lo ha mantenido ocupado, ha entrado a su habitación y la ha despedazado y aún así San… su paciencia se transforma en ternura con los días.
 

Ray tiene que aprender a ceder.

––Bueno. Pero no me veas así
 

Y San lo mira justo así, como si lo quisiera.

Comentarios

Entradas populares